Tras muchos meses de retraso desde su estreno en Estados Unidos, nos llega esta historia que narra, bajo la perspectiva de un falso documental, los trucos y mentiras que hay en el mundillo de los exorcismos. Pero como dice el refrán quien juega con fuego termina quemándose.
El Reverendo Cotton Marcus es un exorcista cuya experiencia ha hecho que se convierta en un escéptico en lo que refiere a su trabajo. Según él la gente se deja llevar por el fanatismo y la incultura para calificar a cualquier afección como originada por el Diablo. Así decide rodar un documental para mostrar todo ese fanatismo irracional y sus nuevos clientes son una familia de la América profunda cuya hija dicen que está poseída por el Demonio. Pero las artimañas que prepara el Reverendo para dejar en evidencia las creencias de la familia quedarán como simples trucos ante lo que realmente pasa.
Aunque ya se ha visto de todo en esto de las posesiones hay que reconocer la originalidad de planteamiento: esta vez no es un Cura con dudas ni crisis de fe, sino alguien que cree que se exageran las cosas y que quiere ayudar con tratamientos placebos en los que el que se cree poseído tiene su exorcismo. Aquí entra en escena la víctima, interpretada por Ashley Bell, con la que empatizas desde la primera vez que la ves y que consigue pasar de una inocente y tímida chica adolescente a la mismísima encarnación del mal en un abrir y cerrar de ojos.
Pero de originalidad no vive una película y en este caso el guión deja mucho que desear. Tiene un principio que engancha muy bien pero que según van pasando los minutos uno espera más escenas de miedo que llegan con cuenta gotas y con un efecto más que dudoso. Eso unido al desastroso final, que parece que les han pagado para hacerlo lo más malo posible, hace que salgas del cine muy chafado.
4/10 Prometía mucho esta película de tipo documental pero ese es su fallo, que luego, defrauda también mucho.
Por: Karlos
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